jueves, 11 de noviembre de 2010

Gabriel Mariotto y Nestor Kirchner


El legado
Néstor Kirchner, el de las convicciones
Publicado el 8 de Noviembre de 2010
Por Gabriel Mariotto
Interventor del Comité Federal de Radiodifusión.

Su desaparición física trocó la angustia por esperanza y la ausencia por leyenda, sabiendo que la conducción del proyecto quedó a cargo del mejor cuadro político y su mejor intérprete: su eterna compañera nuestra presidenta.
Eligió el camino más difícil: devolverle a la política la capacidad de transformar lo que , en apariencia, es irreversible. Fue, de todos, quien mejor entendió que la única verdad es la realidad y la cuestionó por no estar a la altura de las necesidades del pueblo. Y eligió la política para modificarla.
Avisó que no dejaba sus ideales en la puerta de la Casa Rosada, tal cual fue la tónica de algunas administraciones privadas con gerenciamiento estatal. Fue ese que pidió perdón en nombre del Estado enfrente de la ESMA. Ese que, como carta de presentación ante la ONU, eligió decir que era hijo de las Madres de Plaza de Mayo. Ese hombre, el mejor de todos nosotros, indispensable en la construcción, insustituible en el afecto.
La enseñanza de que la transformación consiste en mover todos los días la frontera de lo posible nos permitió inaugurar asombros ante cada medida que parecía audaz y era moderada en comparación con la siguiente. Así, la reivindicación de los Derechos Humanos, con cuadros descolgados y leyes derogadas, se agrupó con el pago al FMI y la recuperación de la soberanía política, afianzada cuando el proyecto del ALCA se ahogaba en las costas de Mar del Plata. El superávit fiscal y comercial se complementó con el retorno de las paritarias, los planes de vivienda y una ley de financiamiento que dispone un inédito 6% del PBI, destinado a la educación.
La libertad de información y expresión fue inaugurada en la lucha por la sanción de la Ley de Servicios Audiovisuales, militada en cada rincón del país, y que permitió a una generación conocer la brecha entre lo sucedido y lo narrado. Cuando los caprichos de lo material aconsejaron durante los ’90 desoír lo ideológico, él supo transformar la realidad fortaleciendo los principios doctrinarios, en un acto de amor que fue interpretado y correspondido por esa juventud que se hizo cargo de la calle, transformando el dolor en esperanza, permitiéndose la metáfora de tomar, desde la dignidad, las riendas de su propio destino.
La filosofía, desde Platón a Marechal, propone al Uno como principio redentor de los pares imperfectos. Esa unidad de concepción y de ejecución supo encontrar en Néstor y Cristina, una analogía a la altura de los momentos más felices de nuestra patria. Porque eran dos fueron uno, con admiración y con amor, como lo supo decir el mismo Kirchner, con lágrimas como piropos, al referirse a su compañera. Amor, en aquellos abrazos y esas acciones, en los que era imposible determinar donde empezaba uno y terminaba el otro. Hagamos homenaje: los pibes que descubrieron que la política es la posibilidad de ratificar una identidad colectiva al tiempo que se solidifican los sueños; los viejos, que supieron volver a ilusionarse y permitirse la dignidad, todos los que nos sentimos apoyados en la gestión de quien, en el puesto de mayor responsabilidad, supo ser el más audaz y el más rebelde de todos los militantes, obligándonos a redoblar la apuesta para la siguiente batalla.
El pueblo sacude la vieja piel de la víbora, y queda, cíclicamente, a cargo de su propia historia. Así, aquellos 17, le abrieron los ojos ciegos de no querer ver, a quienes ignoraron al subsuelo de la patria sublevada. Este 27 de octubre, nuestro héroe abrió definitivamente la puerta de la Historia, librando para todos los compañeros y, a contramano de épocas menos felices, su desaparición física trocó la angustia por esperanza y la ausencia por leyenda, sabiendo que la conducción del proyecto quedó a cargo del mejor cuadro político y su mejor intérprete: su eterna compañera, nuestra presidenta.
Todos los tiempos venideros serán mejores, porque no hay circunstancia más feliz que un pueblo haciendo su historia. Podemos ser lo que soñamos, tenemos que ser lo que la historia nos demanda. Eso fue Néstor Kirchner para nosotros. Eso será el pueblo, con su legado como bandera.

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